20/10/25

El Estado como falso dios y la comunidad verdadera


El problema de los sacerdotes del Estado es sencillo de desmontar: los impuestos deberían ser voluntarios, con transparencia total del presupuesto. Opacidad cero: todo lo contrario es idolatría.
Y si alguien no quiere compartir para mejorar la región, eso revela que no comparte valores ni destino común. No es miembro de la comunidad, solo de un Estado artificial que le impone sacrificios.

Vivimos en una era de individualidad aparente. Pero en realidad todos tenemos círculos auténticos: tu vecino, tus compañeros de trabajo, quienes comparten tu fe, tu sangre, tu piel, tus aficiones. Esa es la verdadera comunidad, el pueblo real. Y a esa comunidad sí le darías tu tiempo, tu trabajo, tu ayuda: porque el vínculo nace del alma y no de un decreto.

Por eso, los sindicatos, las sectas o las comunas forzadas no son comunidades: son caricaturas falsas. El comunismo lo demuestra con claridad: obliga a todos a marchar al son de un alma ajena, impuesta por el César del momento, véase un Stalin, un Hitler, o sus equivalentes mediocres modernos. Todos quedan pequeños ante los verdaderos malvados: los que imponen la igualdad como dogma y convierten la vida en sacrificio al dios-Estado para aplacar la Ira Divina que sí es real.

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