13/11/25

¿Israel que te pasa?

 



¿Israel, qué te pasa?

Cuando llora Tel Aviv, llora por perder el aplauso del mundo. Llora porque Europa le cierra la alfombra roja, porque Netflix la censura, porque los desfiles de moda se marchan a París. Llora por miedo a dejar de ser la “Startup Nation” que imita a Holanda o Canadá, con cafés veganos en cada esquina y banderas del arcoíris ondeando junto a la del Maguén David. Llora porque teme que el mundo le retire el “like” y le devuelva el juicio.

Cuando llora Jerusalén, llora por otra cosa.

Llora porque las calles que conducen al Kotel están vacías de teshuvá. Llora porque los niños judíos saben más de TikTok que de Tehilim. Llora porque el pacto eterno que nos dio la tierra se trata como una reliquia incómoda, como un abuelo anciano al que no se invita a las fiestas. Llora porque sabe que sin Torá no hay Israel, y que sin Israel, el mundo se hunde.

Es que en Israel se viven dos formas antagónicas, materializadas en un mismo país que debe frenar su esencia para no provocar el odio del antisemita: ya sea de la casa de Esav, del primo Ishmael o del goy lobotomizado.

No es sorpresa que la capital de Israel real, Jerusalén, se encuentre bajo ocupación cristiana, mahometana y atea… Donde visitar el Monte del Templo está prohibido y ni hablemos de reconstruirlo. Eso ya les daría un infarto… por miocarditis. Tiempo al tiempo, que a esos tiempos ya nos adentramos.

Porque cuando uno mira a Israel, es sorprendente cómo se integra en el relato de Babel como otra nación particular, donde los rayos del arcoíris brillan tanto en Berlín, Londres o Los Ángeles como en Tel Aviv. “No vayamos a ser menos” dirá el israelí asimilado plenamente en Babel.

El cáncer de nuestro pueblo no solo se expresa en nuestro propio Estado: esta locura occidental, hija del cristianismo, lo arrastra todo, incluidos los nuevos europeos, aunque ellos sean muy islámicos. El manto de Esav los disuelve con TikTok y latinas calientes.

Las lágrimas de los israelitas en Occidente no distan tanto de aquellas que caen en Jerusalén, cuando ven cómo partes del alma de Jacob se pierden sin remedio: niños que no saben qué son los Tehilim, pero sí cuál es el último modelo de iPhone. Un Israel donde la mitad del país no es de origen hebreo, y donde ni siquiera quienes deberían defenderlo son los que construyen hogares para futuros judíos.

La especulación inmobiliaria y el control poblacional vía aliyá restringida no frenarán la avalancha mesiánica que se viene. Vaya si van a sudar con lo que se acerca. Espero que los levitas estén preparados para tal fuerza imparable, que les obligará a estar a la altura y guiarla, para dar forma sin provocar más caos y disolución de la que ya padece la mitad del país: una mitad que odia a quien hace lo correcto porque vive como hebreo, convirtiéndolo en “problema social”. Porque estos parasitan el sistema con tantos hijos, pero nadie dice que son quienes más propiedades inmobiliarias demandan.

Oh, claro… la pareja co-anal que la pasea el perrito tres veces al día: esa es la imagen que debe “dar Israel”. ¡Cómo se atreven los judíos a no ser como los holandeses! Por favor, faltaría más que no ofrecieras a tus hijos como prostitutas al extranjero, como bien enseñaba nuestro no Patriarca Lot.

El asco que produce ese Israel pop, que pretende proteger al núcleo duro; el Israel real, es impresionante. Porque el problema, según Occidente, no es el filosemitismo de quienes rechazan la locura post-cristiana y el vacío de valores: el problema es la “extrema derecha” que no acepta su suicidio. El cual los amigos de los derechos humanos son incapaces de amar al prójimo, pero sí a los humanos⁽ᴹᵀ⁾.

Tel Aviv quiere un país que compita en Eurovisión.
Jerusalén quiere un reino que cumpla las profecías.
Tel Aviv mira a Bruselas, Nueva York y Ámsterdam.
Jerusalén mira al Cielo.

Israel, ¿qué te pasa?
Que no se puede servir a dos amos.
O somos la nación del pacto… o somos una mierda país en la ONU.
Pero no podremos ser ambas cosas sin destruirnos.


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