¿Tiene sentido la OTAN hoy?
Sin duda, cuando hablamos de la OTAN, nos referimos a una organización nacida como reacción al Pacto de Varsovia de la extinta URSS. Una amenaza que desapareció hace casi 40 años, pero cuya sombra sigue proyectándose sobre la actual Federación Rusa, un país cuya identidad es mucho más compleja de lo que su nombre vulgarizado, “Rusia”, sugiere.
Este matiz es fundamental, especialmente al tratarse de un país-continente que, en muchos sentidos, ha encarnado como ningún otro la vivencia hebrea del exilio. No me interesa definirlo con mis propias palabras, sino con las de quienes lo han habitado y pensado desde dentro:
“El pensamiento en Rusia no madura; arde. No florece, se quema. El alma rusa no vive para construir, sino para devorarse.”
“El alma rusa no busca liberarse del sufrimiento, sino justificarlo, santificarlo. Busca en el dolor su alimento espiritual. Rusia se sostiene sobre el sacrificio, y el sacrificio siempre exige víctimas, incluso propias.”
— Lev Shestov, Atenas y Jerusalén
“El alma rusa no necesita enemigos: con el clima, la pobreza y la burocracia tiene suficientes para autodestruirse con gloria.”
— Joseph Brodsky, En Menos que uno (1986)
Estas observaciones no son simples opiniones. Son diagnósticos de una historia profunda que se sigue manifestando hoy, como yo mismo lo he podido experimentar allí.
Paradójicamente, ha sido en Rusia donde los valores de Atenas, llevados a su máxima expresión, han florecido de forma más radical. Valores que, como advirtió Aleksandr Solzhenitsyn en Advertencia a Occidente 1975, están ahora devorando al propio Occidente.
Pero el destino del mundo no depende únicamente de estas tensiones filosóficas. Al fin y al cabo, se supone que nuestra seguridad descansa en Hashem o en una OTAN cuya composición plantea preguntas incómodas. Porque ¿qué clase de alianza es esa que incluye entre sus miembros a un país como Turquía, cuyas políticas muchas veces parecen estar en contradicción directa con los intereses del Estado de Israel?
Recordemos que Israel no nació únicamente como respuesta al antisemitismo europeo o a los pogromos orientales. Su legitimidad se remonta a más de 5000 años de memoria bíblica, una herencia universal que el mundo ha leído y olvidado.Pero esa Anatolia, por ejemplo, impone condiciones operativas a sus aliados: restricciones en el uso de bases militares para actuar contra ciertos grupos afines religiosa o ideológicamente. Y esos mismos grupos, con frecuencia, se enfrentan entre sí en conflictos que se repiten con una violencia ancestral, sin necesidad de que el judío intervenga. Véase el conflicto entre Azerbaiyán y Armenia. ¿A quién le importa? Pero si hubiera judíos involucrados, la narrativa mediática cambiaría drásticamente: el odio sería gratuito, automático, predecible. Nada nuevo bajo el sol.
Así que invito al lector a hacerse una pregunta elemental:
¿Qué razón tiene hoy la OTAN si Rusia no ha sido capaz ni siquiera de derrotar a un país como Ucrania, armado por Occidente, sin experiencia militar moderna ni armamento nuclear. La guerra continúa, pero como diría Erich Maria Remarque “Sin hay novedad en el frente”.
Luego más allá de Rusia, ¿qué defiende exactamente la OTAN? ¿Una hipotética invasión a Europa? Muy bien, pero entonces habría que preguntarse: ¿Dónde empieza y dónde termina Europa? ¿Los Montes Urales son de verdad su frontera natural? ¿Y qué decir del Bósforo, de Anatolia? ¿Qué lógica defiende una Europa que no protege ni Ceuta ni Melilla, siendo territorios españoles y, por tanto, europeos?
¿Esta Europa se defiende a sí misma o simplemente defiende una estructura de poder? Porque si lo que queda es un kit de supervivencia para tres días mientras la inflación te asfixia, entonces el problema no es Rusia. Es el vacío moral y político europeo, ¿El amaras a tu prójimo como a ti mismos donde esta?
Así que sí, hace falta un ejército europeo. Pero para ello es imprescindible definir qué es Europa. ¿De dónde surgen sus libertades? ¿Qué valores dice proteger? Porque, como señaló Ursula von der Leyen, son valores más cercanos al Talmud que a Atenas.
Con lo que en conclusión: ni Rusia es la URSS, ni la OTAN fue creada contra la Rusia actual, sino contra una ideología ya muerta. Su razón de ser debe ser replanteada. Porque esta Europa actual ha perdido el rumbo. Y es momento de recordarle dónde está su verdadera capital espiritual: Jerusalén.
Y cómo debe protegerse de las amenazas externas de nuestro tiempo, tanto las rusas como las mahometanas, que no son invención, sino realidad.
Israel Ben Iosef

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